Siempre he tenido claro, todavía más tras la pandemia, que la labor de las Fuerzas Armadas es imprescindible, pero después de haber pasado cinco días con el Ejército de Tierra, creo que no solo son muy profesionales, también son generosos y conscientes de cuál es su papel en la sociedad. Y diréis… ¿Qué pintas tú en el ejército?, pues resulta que hace unos meses, una buena amiga de la tele me contó que la Escuela de Guerra organiza cada año un curso dirigido a los trabajadores de los medios de comunicación para ser corresponsales de guerra. No es que me vaya a ir a una guerra próximamente, pero después de conocer a Miguel de la Fuente, Almudena Ariza o Mavi Doñate, reportero y corresponsales de Televisión Española, quería saber cómo se trabaja en zonas de conflicto o en situaciones de crisis. Además, nunca se sabe dónde te pueden mandar y yo no digo que no a nada.
Antes de resumiros cómo fue el curso, os adelanto que lo superé y que acabé muy contenta, pero también he de reconocer que en un primer momento no estaba muy convencida. Cuando nos pasaron la planificación y los horarios me costó creer que íbamos a hacer tantas cosas en tan pocos días. No he conocido nunca a nadie tan disciplinado como los militares.
El curso comenzó un lunes a las ocho de la mañana. Primero, prueba para descartar contagios y después presentación y bienvenida. Ese día vimos las nociones básicas de sanidad para ir a un país en guerra, el botiquín de un soldado, el nuestro como civiles, higiene y seguridad alimentaria, psicología en situaciones de crisis… Por la noche nos trasladamos a la base militar El Goloso y ahí empezó la práctica.
Empotrados en el Regimiento Asturias 31
Por grupos acompañamos al Regimiento Asturias 31 a las maniobras de esa noche. Mi primer apellido (que empieza por S), me situó en el último grupo, el del Capitán, un chico, prácticamente de mi edad, que mientras hacía su trabajo se preocupaba porque aprendiéramos todo lo que en un futuro puede que necesitemos. Junto a él, dos soldados muy jóvenes, concentrados y pendientes de todas las órdenes. Después de recibir una introducción de la misión que tenían esa noche, nos dirigimos a la zona de reunión, en mitad del campo, donde pudimos descansar un par de horas a los pies del tanque, un Pizarro. El fin de semana anterior había llovido en Madrid, así que había mucha humedad y yo que soy bastante friolera pasé frío, pero para ellos era una noche estupenda, ‘estáis teniendo suerte’, nos decían.
A las cinco y media de la mañana sonó la alarma del móvil del capitán, recogimos los sacos, nos pusimos las botas, desayunamos algo y nos subimos otra vez al Pizarro para continuar con el ejercicio. Al principio me hizo gracia ver lo en serio que se toman una práctica, pero luego me di cuenta de que intentan que sea lo más parecido a la realidad y en su caso la realidad, es una guerra.
En esas casi 24 horas, no solo aprendí cosas de su trabajo sino también de ellos. Pregunté al Capitán por qué había decidido entrar en el Ejército, me contó que su abuelo y su padre habían sido militares, pero que él no lo hacía solo por tradición familiar, sintió la vocación y el amor por esta profesión desde pequeño y ya de mayor la necesidad de aportar algo a la sociedad.
En otra ocasión pude hablar con un teniente coronel y un subteniente sobre sus inicios en el Ejército (ya sabéis que yo pregunto mucho). Ellos entraron con catorce años, ahora es necesario haber cumplido los dieciocho. En su época el ejército era la puerta a una carrera profesional, aprendían un oficio. Podrían haberlo dejado pasados unos años, pero decidieron quedarse y dedicar su vida a servir a su país.
Del tanque al helicóptero, pasando por las minas
Sobrevolamos Madrid en un Chinook, un helicóptero de origen estadounidense desplegado por primera vez en septiembre de 1965 en la Guerra de Vietnam. Tiene 30 metros de longitud y puede llevar a 40 pasajeros. Ver parte de la ciudad desde ahí arriba fue increíble, como también lo fue conocer el trabajo que hacen las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, FAMET.
Al día siguiente pasamos la mañana a los mandos de un 4×4. Cuando vi el programa esto fue lo que menos me entusiasmó, básicamente porque no me veía capaz de conducir un coche así y menos en terrenos con grandes pendientes, obstáculos o incluso un pequeño río. Pero no solo pude con ello, sino que además me gustó. Por la tarde aprendimos lo básico para sobrevivir en sitios con climatología adversa; selvas, desiertos, montañas… Lo de que esta gente no le tiene miedo a nada ya lo he dicho, ¿verdad?
El jueves estuvimos en el Centro Internacional de Desminado. Las minas son el arma más rentable, hacer una puede costar entre tres y quince euros y sus efectos son devastadores. La mayoría de las veces sus víctimas son civiles, sobre todo niños. Y, aunque están prohibidas, sigue habiendo miles de minas repartidas por todo el mundo.
Secuestros y otras situaciones críticas
La Unidad de Delincuencia Especializada y Violencia de la Policía Nacional se encargó de ponernos al día sobre los secuestros. Tipos, formas de actuar, cómo evitarlos… Esta fue la primera clase del curso, para no empezar muy fuerte. Y el Grupo de Acción Rápida de La Guardia Civil, con sede en Logroño, nos habló de las posibles situaciones críticas en las que nos podemos encontrar, como un tiroteo, por ejemplo. Estos no se andan con tonterías… y porque no tenían más tiempo.
Durante toda la semana tuvimos clases teóricas sobre conflictos armados, geopolítica o terrorismo, con especial atención en el yihadismo; sus orígenes, los conceptos básicos, las diferentes ramas, su desarrollo y su posición actual. Verdaderas clases de historia que seguíamos todos casi sin pestañear.
El último día nos visitaron Rosa Meneses, Ana del Paso y Miguel Temprano, corresponsales de guerra. Todo lo que habíamos aprendido nos iba a servir de mucho, nos dijeron, pero no sabes lo que es una guerra hasta que no estás en ella. Puedo decir que esta ha sido una de las mejores experiencias profesionales que he vivido. Me ha ayudado a ver el periodismo de otra forma, a entender cómo deben tratar los medios ciertos temas y a conocer mejor el trabajo de las Fuerzas Armadas.
Algunos de los militares con los que pude charlar habían estado en Afganistán, hoy de nuevo en manos de los Talibanes. En una de esas conversaciones, un teniente coronel me contaba que, al contrario que en otros países como EEUU, en España sería impensable aceptar la muerte de cientos de soldados, como algo normal. «El Ejército debe formar parte de la sociedad, porque los militares son ciudadanos además de militares», me dijo.

Por cierto, todas las imágenes del post son del fotógrafo Imanol Rimada, Premio Nacional de Fotografía del Ejército 2021. El curso estaba lleno de reporteros gráficos, siempre son los que más se la juegan. Como Miguel de la Fuente, reportero de TVE, con una larga trayectoria en lugares de conflicto. Os dejo por aquí su capítulo del podcast La tele por dentro. Un ejemplo de cómo trabajan los medios de comunicación en una guerra.

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